martes, 22 de mayo de 2007

PRÓLOGO PARA UNA REALIDAD POÉTICA

PRÓLOGO PARA UNA REALIDAD POÉTICA :

Por: J. Félix Meza García.

REASUMIR

el paisaje, revivir las antiguas vivencias de nuestras mocedades y regresar al presente impregnados del aroma de la selva, saturados del recuerdo pelliceriano; como si de repente brotaran las corolas de un himno a la vida, entre el canto rodado de los arroyuelos que serpentean hasta desmbocar en el Grijalva y enrrumbar nuestro cayuco por las tabasqueñas aguas, rememorando la vivencias de Chilapa , de Tenosique, Macuspana lejos, muy lejos de la tierra del personaje central del cuento “MONKAPE” del que nos habla Jorge Pérez Alfonso, con un estilo ágil, novedoso y exacto; es penetrar en la psicología de un personaje urbano que poco o nada tiene que ver con la selva, porque él no nació allí, porque él no se crió ni sigue viviendo ahí, en ese paisaje de ríos turgentes y tierras fértiles que nos rememoran la “Canasta de Cuentos Mexicanos” de B. Traven, o la mítica añoranza sociológica de Ricardo Pozas Arciniega y su “Juan Pérez Jolote”. Conocer la vida de Mon- ka- pe, no es sumergirnos en el bochorno de la noche constelada de la región de “La Venta” en donde los olmecas prehistóricos nos legaron sus conocimientos para esculpir al hombre nuevo, con los mismos ingredientes y la esencia basáltica de los dioses de la tierra, es sí, enlodarse en los pantanales sórdidos de la gran ciudad, en cualquier momento “ … de este asombroso siglo XX… un día lluvioso en las afueras de la ciudad de México…” es sumergirnos, sí “… huesos envueltos en una piel sarnosa y purulenta… en las putrefactas sombras de basura…” en el personaje que le cambiaron el nombre de “Rata Sarnosa” por el no menos apropiado “MON o KA ra de PE rro”, es sambullirnos en la semántíca fantasiosa de las llamadas por Jorge “horas límbicas” y recorrer de Herodes a Pilatos, del cielo al averno y del averno al cielo para escapar a esta vida en donde la cárcel para los monkapes suele ser más benigna que la vida más allá de la exageración de Pereyón con sus “Los de hasta abajo” pues ahí comía, dormía y bebía mientras que no se percataran de ello “las misericordes” damas de la vela perpetua y lo pusieran en la libertad de morir en los basureros, de esos que tanto abundan en los cinturones de miseria de las grandes metrópolis como la Ciudad de México; lejos, muy lejos de la tierra de este narrador en que se ha convertido Jorge Pérez Alfonso; el tabasqueño que tuvo el privilegio de conocer y hablar con don Carlos Pellicer, el poeta del paisaje que una vez hace muchos años (24 para ser exactos) nos visitara aquí en Celaya, Gto., y llegara hasta las inexploradas zonas arqueológicas de La Moncada y Tarimoro, Gto., guiado por el entonces director de la Casa de la Cultura de Celaya y que también amigo de don Carlos; el profesor Rogelio Zarzosa y Alarcón.

El estilo de cuentista que se nota en Pérez Alfonso suele remitirnos a los costumbristas, sin embargo, no se pierde en lo vernáculo o en el folclorismo, tiene barruntos de ideología progresista; me hace pensar, por sus otros cuentos como “Las Siete Preguntas” que algo heredó de Felipe Carrillo Puerto, algo de Garrido Canaval, de Garrido Abreu y algo de la sensibilidad poética de don Jaime Sabines, claro, toda proporción guardada.

Leer un cuento de Jorge, implica entrar a ese mundo del que nos comunica la “Música Solar” de Herman Efraín Bartolomé, el poeta chiapaneco que vive en las faldas del Ajusco suspirando por su selva, sus jaguares, y rehaciendo sus alas para seguir cantando al Angel de la ciudad de México.

Leer uno de los cuentos de Jorge Pérez Alfonso es recobrar la memoria del poeta de Silao, Gto, Don Efraín Huerta y su “Declaración de odio a la ciudad de México”, porque después de vivir con los Monkapes de las ciudades perdidas, ironía y aparte, no nos queda más remedio que esperar que Dios, nos haga Diputados.

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